Un estudio llevado a cabo por especialistas del Centro de  Investigación Biomédica en Red-Fisiopatología de la Obesidad y la  Nutrición (CIBERobn), dirigidos por el investigador del Hospital Virgen  de la Victoria de Málaga Francisco Tinahones, ha revelado que la  inflamación es una de las principales causas de la muerte celular por  apoptosis en el tejido adiposo. Con ello, se abre una nueva vía de  actuación en la lucha contra la obesidad. El estudio ha sido publicado  en la revista Diabetes Care.    Según ha informado este martes el propio CIBERobn, junto a la  constatación de que la inflamación es la responsable de que las células  del tejido adiposo sean más propensas a la muerte, el hallazgo revela  también que un incremento en el peso conlleva un aumento de apoptosis en  el tejido adiposo. Esto, a su vez, "provoca un efecto adverso, pues si  se produce un mayor aporte de energía se requieren más adipocitos para  almacenarla; y una disminución de células adiposas en esas  circunstancias eleva el riesgo de enfermedades metabólicas", sostiene  Tinahones.    La apoptosis, una forma de muerte celular programada que se desencadena a  partir de señales celulares controladas genéticamente, es fundamental  en el desarrollo de órganos y sistemas. Su función más importante es la  destrucción de las células dañadas genéticamente, evitando que su  reproducción provoque el desarrollo de enfermedades. Así, se produce  apoptosis cuando una célula está deteriorada y no puede ser reparada o  cuando sufre una infección vírica. Si una célula dañada no se  'apoptosiza', se continúa dividiéndo sin restricción alguna, lo que  puede derivar en cáncer.    Este tipo de muerte celular sigue un proceso regular y muy riguroso, por  lo que el exceso o defecto de apoptosis puede desencadenar múltiples  patologías con diferentes niveles de gravedad. "En los sujetos obesos  hacen falta más células adiposas para almacenar una mayor cantidad de  grasa, y en la mayoría de ellos se produce inflamación en el tejido  adiposo que genera un exceso de muerte por apoptosis".    "Por tanto", prosigue, "el tejido adiposo se vuelve insuficiente para  almacenar grasa y debe almacenarla en otros tejidos, como el hígado,  músculo, etcétera, lo que da lugar a las enfermedades metabólicas  asociadas a la obesidad".  El tejido adiposo es el tejido con más capacidad para aumentar su  tamaño, además de constituir la principal reserva energética del  organismo, pues las células que lo conforman (adipocitos) son  responsables del almacenamiento de grasas. Asimismo, este tejido cumple  una doble función: por un lado, sirve como amortiguador, ya que protege a  los órganos internos, y por otro desempeña una función metabólica, de  regulación de la ingesta y el gasto energético.  Hiperplasia e hipertrofia    Se trata, en suma, del encargado de mantener el equilibrio entre la  energía consumida y la utilizada. "Se cree que este tejido responde al  exceso de energía a través de la hiperplasia, esto es, aumenta el tamaño  del tejido como consecuencia del incremento del número de adipocitos;  este aumento es un balance entre los que se forman nuevos y de los que  mueren por apoptosis".    "Cuando se altera ese balance no puede producirse hiperplasia del tejido  y se produce hipertrofia, crece el volumen del tejido porque aumenta el  tamaño de las células adiposas, pero no la cantidad. Por lo tanto el  tejido pasa a tener células más grandes pero no nuevas y esta situación  favorece el desarrollo de enfermedades metabólicas", concluye el  especialista.    En la mayoría de los obesos se genera una inflamación que causa un  aumento de muerte celular por apoptosis y se reduce de forma  considerable el número de células de ese tejido. Este decrecimiento de  la celularidad disminuye la capacidad de almacenamiento del tejido  adiposo y, por lo tanto, impide que éste realice correctamente sus  funciones, dando lugar al desarrollo de patologías metabólicas asociadas  a la obesidad, como la diabetes o el hígado graso.  Diabetes Care (2012); doi: 10.2337/dc12-0194  |