Factores de riesgo cardiovascular: Tener depresión y no tratarla duplica la probabilidad de reinfarto

La Fundación Española del Corazón (FEC) recordó ayer en una mesa redonda la "imperiosa" necesidad de tratar la depresión en pacientes que han sufrido un infarto para evitar un segundo episodio. El debate estuvo moderado por el Dr. José Luis Palma, vicepresidente de la FEC, y presidido por el Dr. Leandro Plaza, presidente de la FEC. También intervinieron el Dr. Esteban López de Sa, miembro de la SEC, y la Dra. Julia Vidal Fernández, psicóloga clínica y colaboradora de la FEC.

Según los estudios realizados por Van-Melle et cols. (2004) y Sarham (2003), aquellas personas que, tras haber sufrido un infarto, no se tratan la depresión, duplican la probabilidad de sufrir un segundo infarto. Por esta razón, señalan los expertos, el abordaje de la angustia, el miedo u otros síntomas depresivos es esencial para la correcta recuperación del paciente. No en vano, el estrés psicosocial, la falta de apoyo social, la ansiedad, la ira y la depresión son factores de riesgo en la aparición y cronificación de las enfermedades cardiovasculares.

Según el Dr. López de Sa, "no se conoce el porqué de la relación entre las personas que sufren depresión y el aumento de la probabilidad de sufrir eventos cardíacos como el infarto agudo de miocardio, pero es cierto que existe y que estos pacientes tienen peor pronóstico. Las personas depresivas siguen menos controles, ya que adoptan una actitud más negativa ante la enfermedad. Además, hay antidepresivos que pueden tener efectos cardiovasculares adversos, especialmente los antiguos”.

Para determinar si un paciente sufre depresión es necesario realizar una evaluación detallada de su situación, ya que cada persona reacciona de manera diferente tras el evento cardíaco. No obstante, conviente tener en cuenta algunos síntomas, como los cambios en el carácter y el ánimo (suelen estar más apáticos, tienen menos ganas de salir y realizar las actividades habituales o pueden estar tristes, malhumorados e inseguros); los cambios en los hábitos (duermen peor, comen mucho más o mucho menos que antes, se sientes más débiles o más cansados), y los cambios cognitivos (tienen más dificultad para concentrarse o pueden olvidar algunas cosas con más frecuencia que antes).

En palabras de Vidal Fernández, "es fundamental entender que no solamente debe existir un abordaje médico sino que los aspectos psicológicos y conductuales son importantísimos para la recuperación del paciente. Los aspectos emocionales, psicológicos y conductuales son los que van a permitir que el paciente llegue a adoptar hábitos de vida saludables, que 'olvide' que ha padecido un infarto y se centre en cuidarse y en vivir. Para ello es esencial que el paciente reconozca cómo está sin tener miedo, que no deje de hacer su vida (dentro de sus posibilidades físicas tras el infarto), que no reciba sobreprotección y, sobre todo, que no adopte la etiqueta de enfermo".

¿Cumplimos los españoles con la medicación después de un infarto?

Otro de los temas que se abordaron fue el cumplimiento de la medicación tras el infarto. Más del 50% de los pacientes abandona algunos de los fármacos a los 2 o 3 años de haber padecido un infarto agudo de miocardio. Estas cifras oscilan dependiendo de si el enfermo ha sido tratado en una unidad de rehabilitación cardíaca además de otros factores como su nivel cultural (aquellos que son atendidos mediante programas específicos en unidades de rehabilitación cardíaca abandonan menos el tratamiento).  

A este respecto, el Dr. Esteban López de Sa explica que “hay tratamientos que se abandonan más que otros. Los fármacos que se dejan de tomar con más frecuencia son los que regulan los niveles de colesterol ya que cuando los análisis muestran resultados positivos, el enfermo considera que ya está bien y que no necesita tomarlos. Es importante que continúe el tratamiento ya que las personas que ya han sufrido un infarto deben tener los niveles de colesterol muy bajos pues esto les ayuda a reducir la arteriosclerosis. En segundo lugar se suele abandonar el tratamiento con betabloqueantes, siendo el que menos se abandona el uso de la aspirina (el más barato)”.

Para algunos pacientes, dejar de tomar la medicación es un mecanismo de negación, ya que no aceptan la situación de padecer la enfermedad y consideran que no necesitan tomar ningún medicamento, añade este especialista. Además, intervienen aspectos relacionados con la  personalidad del paciente (a algunos les cuesta mantener el hábito). "Otro hecho destacable es que los pacientes toman la medicación correspondiente a aquellas patologías que producen síntomas y la mayoría de las medicinas que se toman después del infarto son preventivas, tienen el objetivo de evitar recaídas. Al no responder a un dolor concreto, quedan en un segundo plano", señala el Dr. López de Sa.



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