Tabaquismo: Luces y sombras del cigarrillo electrónico

El cigarrillo electrónico (e-cig) se ha convertido en un auténtico fenómeno social. Su consumo y promoción ha crecido de forma mucho más rápida que los intentos de regulación de un producto destinado a llenar algunos de los espacios que ha dejado vacíos la regulación del consumo de tabaco. En el estudio que comentamos, los autores, como grandes expertos en tabaquismo y miembros del Tobacco Research and Education Institute de la Universidad de California, realizan una revisión de la literatura publicada hasta la fecha sobre el e-cig.

Se trata de una revisión bien estructurada y muy útil para los profesionales sanitarios, que nos vemos en la necesidad de posicionarnos sobre el uso de este dispositivo, intentando aclarar las dudas sobre su seguridad y su eficacia como estrategia para dejar de fumar.

Los autores resaltan que el e-cig es un producto en constante evolución, con gran variedad de tipos y de recargas, lo que unido a un vacío de regulación, hace que sea difícil establecer conclusiones extrapolables a todos. Estas distintas características también pueden influir en la biodisponibilidad de los productos contenidos en el e-cig que son inhalados en forma de vapor. Los líquidos generalmente contienen distintas cantidades de nicotina, propilenglicol, glicerina, saborizantes y otros aditivos. En las recargas se han encontrado también trazas de nitrosaminas y metales pesados, aunque en cantidad menor que en el cigarrillo convencional. También se han encontrado micropartículas en cantidades similares al cigarrillo. Muchos de los saborizantes prohibidos en el cigarrillo convencional son un reclamo en el e-cig, con un marketing especialmente enfocado a la gente joven.

Otro aspecto importante para la salud pública es que la publicidad y la promoción de estos productos, incluso a través de celebrities, aseguran un crecimiento rápido de su uso, atrayendo a los colectivos tradicionalmente más sensibles a estos mensajes mediáticos (mujeres y jóvenes). Otros reclamos publicitarios como que no producen mal olor, pueden utilizarse en lugares donde está prohibido fumar, o que son “más sanos” y más baratos, también funcionan como potentes vectores de su uso. En la revisión realizada por los autores, en 64% de las páginas web que promocionan e-cig encontraron aseveraciones directas o indirectas de que el dispositivo ayuda a dejar de fumar, cuando en realidad no hay evidencia sólida que lo apoye. Después de varios años sin ver publicidad directa de tabaco en la televisión y radio, hemos asistido a una invasión de anuncios publicitarios de e-cig que nos producen una sensación de déjà-vu. En un estudio reciente se constató que la visión de un anuncio de e-cig aumentaba las ganas de fumar en fumadores habituales. Ante este fenómeno de marketing, es inevitable percibir con cierta preocupación el avance de este producto que puede constituir una nueva puerta de entrada a la adicción a la nicotina, especialmente en jóvenes atraídos por un producto de moda.

Los autores revisan los principales puntos de interés relativos al cigarrillo electrónico:

Prevalencia de consumo: se estima que se ha duplicado tanto en adultos como adolescentes entre 2008 y 2012, situándose en torno al 7% en Estados Unidos en 2012 (6,8% en adolescentes), con cifras crecientes. Es bastante común el consumo dual de e-cig y cigarrillo convencional, lo que favorece la bi-direccionalidad de las dos formas de consumo de nicotina.

Seguridad del e-cig: los umbrales para la toxicidad de las sustancias potencialmente tóxicas del e-cig se desconocen. La exposición a propilenglicol puede causar irritación ocular y respiratoria. Existen escasos estudios sobre los efectos biológicos de la exposición a e-cig, algunos apuntan a que puede causar aumento de la resistencia de la vía aérea. Los efectos a largo plazo se desconocen, dado que no se ha acumulado suficiente evidencia. En cualquier caso no hay que olvidar que la nicotina es una potente sustancia psicoactiva además de un potencial tóxico cardiovascular.

Vapeo de segunda mano: en estudios experimentales, se han encontrado trazas de nicotina y algunas toxinas aunque en cantidades menores que en las emitidas por el consumo de tabaco. En cambio al no mediar combustión, no se produce emisión de CO.

Eficacia del e-cig para dejar de fumar: en un metaanálisis de 4 estudios poblacionales longitudinales y un estudio transversal el uso del e-cig en fumadores se asoció a una menor tasa de abstinencia (OR 0,61, IC 95% 0,50-0,75). Existen 4 ensayos clínicos publicados hasta la fecha, con escasos pacientes, algunos sin grupo control y otras deficiencias metodológicas, y con resultados a veces discordantes. Las tasas de abstinencia son en general bajas, y un estudio no encontró diferencias significativas entre el e-cig y el parche de nicotina. Los autores concluyen que hasta la fecha no existe evidencia sólida que apoye el uso de e-cig como herramienta para dejar de fumar.

Sobre el uso del e-cig como estrategia de reducción de riesgos, los autores resaltan que la tendencia al consumo dual en usuarios de cigarrillo electrónico difícilmente conduce al cese total, que debería ser el objetivo prioritario tanto en la prevención cardiovascular como en la de la patología cancerosa relacionada con el tabaco.

Finalmente los autores hacen un repaso de los intentos de regulación del cigarrillo electrónico a nivel internacional, resaltando que en la revisión de la Directiva Europea de Productos de Tabaco, recientemente ratificada, se ha regulado la cantidad máxima de nicotina de estos dispositivos (20 mg/mL, cantidad similar a la de un paquete de cigarrillos), y se han aprobado restricciones a la publicidad y promoción equiparables a las del tabaco. Los Estados Miembro tienen dos años para aplicar las medidas. Los autores establecen unas recomendaciones regulatorias para evitar un crecimiento descontrolado de un producto que aún no ha demostrado su seguridad y eficacia, y que pone en peligro la tendencia a la desnormalización del consumo de tabaco, abriendo un nuevo espacio de permisividad y una nueva puerta de entrada a la adicción a la nicotina.

El cigarrillo electrónico está suscitando un gran debate social, creando división de opiniones incluso entre profesionales sanitarios. Lo que para algunos supone una amenaza, para otros supone una oportunidad. Recientemente, 129 autoridades de salud pública a nivel mundial, han solicitado a Margaret Chan, directora general de la Organización Mundial de la Salud, un posicionamiento más contundente que ponga en alerta a las autoridades sanitarias sobre lo que consideran un paso atrás en la prevención del tabaquismo.

Tomado de la sociedad Española de Cardiología



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